Fermentación urbana



«Admitamos que hemos asistido a fiestas en las que por una breve noche se logró una república de los deseos satisfechos» Hakim Bey. Zona Temporalmente Autónoma

«Cuanto mayor sea la porción de mi vida que pueda quedar al margen del ciclo Trabaja/Consume/Muere, y (de)vuelta a la economía del «encuentro», mayores serán mis oportunidades de placer» Hakim Bey. Inmediatismo.

«No estamos interesados en un retorno a lo primitivo, sino en un retorno de lo primitivo, puesto que lo primitivo es lo reprimido» Hakim Bey. Inmediatismo.


prototipos, pedagogías, educación.
2017—01



Hace unos días nuestro querido compañero Ernesto García escribía un artículo acerca de cómo introducir la complejidad en las organizaciones políticas para  no caer en el reduccionismo o la disyunción, y poder integrar todos los factores de diversidad, inclusión y diferencia. La misma complejidad reivindicamos para nuestras ciudades hoy: un aumento de la complejidad que incorpore nuevas expresiones y organizaciones, que provea de nuevas alternativas más diversas y conscientes, que permita nuevas elecciones e itinerarios, que sorprenda e innove diariamente. Y para ello habría que poder discutir y reflexionar acerca del crecimiento –y decrecimiento- cuantitativo y cualitativo de nuestras ciudades, los grados de complejidad existentes, adquiridos y por conseguir, los modelos de ciudad que queremos –y que tenemos-. La ciudad, como un buen pan, es una cadena de procesos sucesivos y progresivos de mezclado, levado, fermentado y horneado para conseguir que la pesadez, la grasa, los grumos y lo pegajoso se transforme en una textura aérea de grato sabor y textura. Nuestras ciudades deben poder sublimar sus contradicciones internas y externas, sus fases de crecimiento desarrollista y aumento de complejidad, sus ingredientes y sabores para dar lo mejor de sí mismas.

Retrospectiva: hacia la armonización del péndulo


En este inicio de año nos acordamos de la teoría cíclica de Toynbee –la periodización de las alteraciones históricas- al recordar las dos décadas precedentes y los modelos desarrollados en cada una de ellas. Un péndulo desarrollista-refundacional de excesos y revisiones. Una suerte de binomio maniaco-depresivo o bipolar que establece dos actitudes bien diferenciadas pero “extremas” y que, como el propio péndulo, irían perdiendo “cantidad de movimiento” hasta llegar a una posición estacionaria que pueda condensar los aprendizajes de ambos momentos y establecer un ritmo sostenible y armonioso para nuestras ciudades. El péndulo comienza hace ahora 20 años: en 1997 se inaugura el Museo Guggenheim, comienzo del principio llamado “Efecto Guggenheim” al que se asoció una frenética carrera por los grandes “elefantes blancos” construidos por los “stararchitects” a lo largo de todas las ciudades de nuestra geografía. Esta burbuja desarrollista y inmobiliaria no sólo se centró en la arquitectura de los grandes equipamientos, viviendas o dotaciones, sino que estuvo acompañada de la loca inversión en infraestructuras ingenieriles –puertos, aeropuertos, líneas de tren, autovías…- y de múltiples inversiones energéticas –plantas de ciclo combinado, almacenes de gas, etc.-

En la transición de la pasada década asistimos a un cambio que se torna interesante como objetivo de una mirada retrospectiva: a finales de 2006 España alcanzaba su “pico” de viviendas con 911.668 viviendas a construir –I.N.E. Ministerio de Fomento-. Era la cima de una curva imposible que se había iniciado unos años antes, después de la anterior “crisis” inmobiliaria –curiosamente- de los `90. En aquel 2006 se inauguraba la nueva T4 de Barajas -gran infraestructura patria- y la famosa exposición On-Site New Architecture in Spain, en el  MoMa de Nueva York donde se recogía lo más granado de la arquitectura nacional. Nada hacía presagiar que en su transición hacia el 2007 comenzaría la crisis de las subprimes y la posterior crisis económica y financiera que le siguió.


Dinámicas formales e informales en el desarrollo urbanístico e inmobiliario en Madrid.  En: «The Visible City»

Lo que vino después ya nos es más reciente, y es la crítica de los excesos del pasado, la nueva centralidad de la “necesidad real” de los ciudadanos y ciudadanas, la pertinencia de las inversiones, la sensación de “derroche” asociada a otros fenómenos dudosos o ilícitos, la repolitización social, la participación en lo común y el auge de nuevos espacios de práctica ciudadana en la ciudad.

Recuperación de soberanía


Hablaba Joan Subirats en la Cumbre Habitat III, que se celebró en Quito el octubre pasado, de cómo las Iniciativas Ciudadanas practicaban un movimiento de “recuperación de la soberanía” en múltiples aspectos de nuestra vidas. Esta reterritorialización surge como una necesidad –ética, medioambiental, social…- de la progresiva cesión de soberanía que hemos realizado, y que ha permitido que las lógicas extractivas se apoderen de nuestras ciudades, ofreciéndonos los bienes y servicios que necesitamos –y los que no necesitamos también- de forma externalizada, sin conocer su trazabilidad, colateralidad o implicaciones.

Las ciudades se han tornado realidades complejas en el que una multiplicidad de agentes, marcas, compañías y multinacionales nos ofrecen bienes y servicios asociados a una experiencia, prestigio, exclusividad, familiaridad o accesibilidad –low cost o gratuidad- y nosotras sólo debemos dejarnos seducir por ello, o acudir a sus servicios para proveernos de lo necesario en nuestras actividades y quehaceres habituales. ¿Pero que implicaciones tienen estas lógicas?. Las externalidades sociales, medioambientales, económicas o ecológicas ponen en duda el no-conocimiento de los procesos internos desconocidos –la Caja Negra-. «En lo gratuito la mercancía eres tú» coincidían Subirats y Sassen de nuevo en Quito. Ese segundo momento del péndulo hizo un gran esfuerzo en la visibilización de dichas lógicas, transparentando y “descajanegrizando” la cesión de soberanía en bienes y servicios provistos por “otros”. La visibilización de sus (dudosas) prácticas y externalidades –la protesta- dio paso al “nosotras”, al “somos” –la propuesta- como una vindicación de nuestras capacidades en la inclusión de otros criterios –éticos, de justicia social, ecológicos…- para formalizar nuevas alternativas.


Ciudad «externalizada» con bienes y servicios provistos por otros frente a la recuperación de soberanía  de «nuestras» prácticas. En: http://www.slideshare.net/VICvivero/presentacin-civics

Muchas de estas Iniciativas han ido de la mano de la repolitización general que ha sufrido la ciudadanía. Al ver cómo esa cesión de soberanía poseía su correlato político al no practicar una verdadera auditoría y rendición de cuentas política de nuestros representantes, y al entender que el voto cada cuatro años era absolutamente insuficiente para generar una democracia de calidad. Esto ha llevado a diversos cambios institucionales, y también a la tentativa de cambio de políticas públicas que puedan absorber e integrar la inteligencia colectiva y las buenas prácticas que emanan desde la ciudadanía. Esa capacidad de incidencia entre las prácticas ciudadanas y la transformación de las políticas públicas es uno de los grandes valores para los próximos años, dotando de complejidad, inclusión, hibridación e innovación nuestras ciudades.

Trazabilidad de la coproducción urbana


Pero de nada sirve fijarnos sólo en uno –o dos puntos- del proceso que anhelamos, ya que ello plantea un reduccionismo válido en un primer momento, pero que no aprovecha todas las potencialidades existentes. La aparición, por ejemplo, del amplio movimiento de soberanía alimentaria -grupos de consumo, permacultura, agricultura urbana, intercambio de semillas y ruralización- en nuestras ciudades posee un impacto directo en las políticas públicas y genera acciones específicas como la cesión de espacios para huertos urbanos, que son acogidas con gozo por una gran parte de la ciudadanía. Posteriormente se desarrolla el huerto urbano y sus actividades, y como la gestión de un recurso genera una comunidad alrededor de la misma encontramos grupos de ciudadanas, vecinas y curiosas en el devenir propio de ese huerto: un espacio lleno de vida y actividad –lúdica, pedagógica, ecológica…- donde antes no había nada.

¿Pero que ha sucedido entre esos dos puntos? Por un lado tenemos una cesión de espacios para huertos urbanos –un indicador del buen hacer de la administración- y por otro lado tenemos un “resultado”: un huerto lleno de vida y comunidad. Esto es un gran logro indudablemente. Pero sería paradójico que para llegar del punto de inicio al final dicha iniciativa reprodujera las lógicas que se intentan combatir, cuestionar o paliar. Si al ser adjudicatario de un espacio de huerto la iniciativa tuviese que acudir a una gran superficie para comprar los materiales y plantas del mismo, acudir a una empresa o marca convencional para adquirir bienes y servicios o reproducir los sistemas existentes que son cuestionados por el propio concepto del huerto estaríamos cayendo en una cierta contradicción. Por ello la trazabilidad del proceso se torna fundamental, y en el caso del huerto contamos con viveros municipales que proveen plantas, conocimientos y materiales a la red de huertos urbanos, así como diversos programas: de formación, de compostaje, de reciclaje de elementos urbanos –la madera de los antiguos bancos se transforma en nuevos bancales…-.


“Las cadenas de valor de las papas en la región andina”. El caso de la papa en Ecuador. Investigación realizada por Tait Mandler y Gamar Markarian. New School. Nueva York.

Pero esta trazabilidad, que comprende la utilización de los servicios públicos, de empresas, cooperativas u otras iniciativas con responsabilidad social y medioambiental, que incorpora prácticas de reciclaje, autoconstrucción, creatividad…debe poder extrapolarse a otras muchas intervenciones en nuestras ciudades. Para activar un espacio público, construir una nueva dotación cultural, mantener un espacio ciudadano o equipar un laboratorio no podemos reproducir las lógicas pretéritas –únicamente- sino aumentar la complejidad e inclusividad apoyándonos en las mismas iniciativas y organizaciones alternativas para que acompañen y coproduzcan las necesidades urbanas.

¿Poseemos Iniciativas Ciudadanas que puedan ofrecer servicios -privados, municipales…- de fabricación, construcción, explotación, mantenimiento o promoción en materia de equipamientos, dotaciones, bienes inmuebles o diseño urbano? Si las tenemos hagamos que entren en el ciclo de coproducción urbana certificando la trazabilidad del proceso como un valor urbano protegido por la institucionalidad. Sino las tenemos propiciemos las condiciones para que puedan constituirse, consolidarse y ser sostenibles. Y así con todos los procesos de coproducción urbana, en el que la administración y las iniciativas puedan promover la profesionalización de las organizaciones para que puedan ofrecer servicios públicos, competir en “equiparación” de condiciones: la lógica monetaria de la “baja económica más ventajosa” para las empresas con ánimo de lucro y –otros- criterios de trazabilidad sociales, ecológicos, inclusivos, participativos, corresponsables, creativos para nuevos contratistas que puedan poseer mayor presencia y cuotas en la contratación -pública y privada-.

Maduración organizativa


También las iniciativas ciudadanas han sufrido –y sufren- un proceso de tensión interna que puede provocar una cierta «maduración» en sus estructuras organizativa y operativa, así como en los discursos y posiciones “políticas”. Si bien muchas de estas iniciativas habían nacido y crecido al calor de una reivindicación ciudadana legítima -bien en la solicitud de un espacio ciudadano, de sostenibilidad económica, de reconocimiento político, de legitimidad en sus acciones, de presencia y visibilización, etc.- la existencia de determinadas políticas públicas indiferente hacia ellas o administraciones contrarias a sus demandas habían generado una suerte de «enemigo exterior» que actuaba como elemento aglutinador y adhesivo para una posición monolítica, coherente y con una sola voz. El enemigo exterior funcionaba como fuerza de cohesión interna para la lucha y vindicación de la Iniciativa, y les hacía instalarse en una cierta “comodidad” discursiva al plantear las reivindicaciones -legítimas, obvias y compartidas por mucha de la ciudadanía cercana al proceso-, en una dicotomía maniqueista de una administración ciega, sorda y muda, y las necesidades de una comunidad desahuciada.

Diversos cambios institucionales  han incorporado actitudes más sensibles y cercanas a dichas demandas, y en su agenda prioritaria ha estado –y está- la resolución y concertación de acciones que den respuesta a dichas necesidades planteadas desde las Iniciativas Ciudadanas. La desaparición de ese enemigo externo, encarnado en administraciones lejanas que ahora plantean un acercamiento y negociación, ha resquebrajado la aparente unidad y coherencia ya que, por primera vez, el interlocutor –antaño objeto de crítica unánime- plantea un proceso de negociación acerca de las demandas planteadas y ofrece soluciones codiseñadas, coproducidas y cogestionadas por ambos agentes. El enemigo exterior desaparece y con él el factor aglutinante: la Iniciativa se divide en bandos o «facciones» que plantean diversas estrategias, en ocasiones diametralmente opuestas. Planteamientos de máximos en los que se busca una total rendición de la administración en base a la legitimidad de la lucha librada anteriormente, posturas radicales de rechazo a cualquier tipo de negociación, pero también posiciones moderadas, de negociación, pragmáticas, posibilistas, de concertación.


Representación gráfica del posicionamiento relativo de cada agente en cada organización.  En: https://pol.is/gov

«Moderados y radicales» se enfrentan en su interlocución y demandas frente a las distintas administraciones -y otros agentes-, generando diversas propuestas y salidas a lo que anteriormente suponía una posición ciertamente naif, al no estar confrontada con ese mismo proceso de negociación, de “aterrizaje” a una realidad siempre compleja, donde conviven otros agentes, otras realidades, otras voces, otras prioridades, otras escalas…En Inteligencia Colectiva para la Democracia ya hemos tenido la oportunidad de visibilidad la representación de las posturas y tensiones que se producen en las Iniciativas y cómo seleccionar los las posiciones -o «extremos»- más cercanas para establecer puentes de comunicación e inclusión constructiva frente a las posturas más alejadas, dotando de un necesario pragmatismo la acción y práctica -política, urbanística, artística, económica…- para conseguir incidencia y transformación real. No hay duda de que estos procesos de disenso urbano con visos a dotar de realidad dichas demandas –negociadas- por parte de una administración predispuesta hará de nuestras organizaciones instrumentos más potentes y cabales en la incidencia y transformación urbana.

Incidencia de las Iniciativas en las Ciudadanas


Pero no es sólo la administración pública o la institución el único interlocutor de las Iniciativas Ciudadanas. Tampoco son aquellas personas ya-convencidas o que comulgan con los planteamientos que de éstas se desprenden. Pensamos que la verdadera incidencia -y reto- de las Iniciativas Ciudadanas es la de llegar al público generalista, a que sus prácticas puedan posicionarse como alternativas claras y con una cierta “hegemonía” frente a las dinámicas que conocemos –mainstream-, y que no incorporan en sus procesos los criterios que se defienden y preservan. El verdadero cambio y transformación provendrá de la generación de una masa crítica –extitución– en las prácticas alternativas que realmente contraponga las nuevas Iniciativas Ciudadanas a la provisión de bienes y servicios por parte de empresas y marcas que no incorporar aquellos criterios sociales y ecológicos necesarios en la actualidad. Para ello debemos apoyarnos en la la utilización masiva -por nuestra parte – de las propuestas y planteamientos disruptivos que tienen que ver con la recuperación de soberanía, la corresponsabilidad, la participación, la creatividad, la innovación, la inclusión, la igualdad…Así conseguiremos concienciar y sensibilizar al grueso de la sociedad, y también a aquellos proveedores “rezagados”, que deberán incorporar nuevas lógicas en sus desarrollos empresariales o comerciales.

Por tanto las Iniciativas deben también hacer un gran esfuerzo por conseguir una mayor incidencia en dicho público generalista, con mayores cuotas de usuarios, beneficiarios, simpatizantes y potenciales agentes colaboradores –stakeholders– de forma que generen masas críticas a su alrededor que permitan su sostenibilidad, prestigio, defensa e influencia en amplios círculos alrededor de sus prácticas. Por supuesto ello conlleva la gran disyuntiva que se genera acerca del binomio sostenibilidad-autonomía, y en ello se encuentra la pericia y el buen hacer de la propia Iniciativa: cómo a través de sus habilidades pueden conseguir la sostenibilidad –organizativa, operativa, financiera, simbólica- a partir de sus relaciones con la administración -y usuarios, beneficiarios, simpatizantes…- sin perder su autonomía, conservando sus valores fundacionales, sus ideales, su horizonte utópico de práctica, pero sin ensimismamiento, solipsismo, autoexclusión o trincheras. El reto es sumar y poseer alcance –y efecto multiplicador- no quedándose sólo en los ya-convencidos o en el “calor del establo”.

Complejidad = Más Alternativas


La ciudad debe crecer en complejidad, como apuntaba Salvador Rueda con su coeficiente organizacional y metabólico: el aumento de organización interna y complejidad facilita la mejor gestión de recursos. También Paul Allen, del Zero Carbon Britain apunta al crecimiento de las ciudades como un organismo biológico: el crecimiento se desarrolla en dos fases, una primera fase cuantitativa en el que el ser humano crece en tamaño y altura –hasta la adolescencia- a partir de ahí se deja de crecer cuantitativamente -unos 2 metros máximo- para crecer cualitativamente, el ser humano madura, crece en conocimientos, experiencias, afectos, criterios, recuerdos, manteniendo su tamaño en equilibrio. Podríamos ir más allá y reivindicar la fase de vejez para nuestras ciudades: un decrecimiento del tamaño con el mayor acervo experiencial y complejidad en lo vivido. La Fermentación Urbana supone una fase cualitativa -mezcla de sabores, riqueza y complejidad – frente a la fase cuantitativa -mezcla, crecimiento y levado-.

Para dicho decrecimiento cuantitativo debemos servirnos de las Iniciativas Ciudadanas –verdadera levadura de la ciudad-. Ellas son las que proveen los mecanismos para generar el Fermento en nuestras ciudades –la Suficiencia y la Subsistencia que permitan decrecer en la economía monetarizada e introducir nuevos capitales en nuestras acciones-. La práctica ciudadana diaria junto a las Iniciativas supone el Fermento para dotar nuestras experiencias y necesidades de otros capitales distintos al puramente económico. El Fermento es el desplazamiento de capitales monetarios a no-monetarios –afectivos, educativos, sociales, comunitarios, ecológicos…-

En la actualidad cada una de nosotras trabaja para conseguir recursos –económicos- que le permitan acceder a bienes y servicios que ofertan “otros” a los que podemos encontrar en la ciudad, y que cubren nuestras necesidades. Debido a nuestra creciente incapacidad de proveernos bienes y servicios –¿como sobreviviríamos solos y por nosotros mismos?- necesitamos una gran cantidad de recursos –económicos- para pagar todos esos bienes y servicios, los cuales cubren desde las necesidades básicas hasta las inducidas -caprichos, modas, etc.…. Pero las Iniciativas nos proveen de bienes y servicios que poseen otras lógicas –éticas, ecológicas, sociales- y por tanto se asocian a otros capitales –no monetarizados- planteando una alternativa real al desarrollo de nuestras actividades diarias en la ciudad.

Si pensamos acerca de todas y cada una de las actividades que realizamos en nuestras ciudades podríamos encontrar una alternativa ciudadana a cada servicio o bien “de pago” que utilizamos en cada una de nuestras ciudades. Dicha alternativa ciudadana no sólo puede proveernos de un bien o servicio similar al comprado, sino que además plantea otros criterios y no requiere que dicho pago se realice con moneda, sino que implica otros capitales que se ponen en juego -se reivindican y se visibilizan- generando otras economías –tiempo, conocimientos, habilidades, afectos, etc..-.

¿Por qué no hacer el ejercicio diario en una comunidad ciclista en vez de en el gimnasio? ¿Por qué no reparar nuestra computadora y aparatos electrónicos en un “club de reparación” en vez de en el servicio técnico? ¿Por qué no conseguir alimentos en un grupo de consumo o en el huerto urbano en vez de en el hipermercado? ¿Por qué no cambiar o regalar libros, ropa, juguetes y demás en vez de comprar más artículos para almacenarlos –y pagar por ello también-?¿Por qué no compartir taladro, coche, vivienda, espacio de trabajo –CO___- en vez de pagar por su compra o alquiler? ¿Por qué no intercambiar tiempo entre nosotros para resolver-nos necesidades básicas y cotidianas en vez de acudir a terceros y pagar por ello?


Diversas iniciativas ciudadanas que plantean alternativas comunitarias y no-monetarizadas a los patrones  de consumo habituales. En: http://www.slideshare.net/VICvivero/presentacin-civics

Podemos sustituir todos los ”en vez de” –excluyente y más radicalizado- por un “además de“ –inclusivo y transicional-. Pero en todas las alternativas pondremos en circulación capitales distintos al dinero, fortaleciendo las prácticas alternativas –las Iniciativas Ciudadanas-, aumentando la complejidad –las alternativas y opciones a elegir- generando nuevas economías, decreciendo en el consumo pero mayorando la circulación de bienes y servicios, creando comunidad, cambiando la lógica del trabajo monetarizado, celebrando la abundancia de capitales frente a la carencia del capital monetarizado, descubriendo la recuperación de soberanía y nuestro propio empoderamiento, aumentando nuestras capacidades, sentido crítico y consciencia acerca del modelo imperante y generando un cambio progresivo y diferencial que empieza, se desarrolla y acaba en cada una de nosotras. Nosotras y nuestras Iniciativas Ciudadanas somos la levadura y el fermento de la ciudad, los componentes que mejoran su rendimiento, aspecto y salud.

Desplazamiento de la economía monetarizada


Esto es precisamente lo que se propone ya desde estudios teóricos y modelos económicos, iniciados por la economía de los comunes –Hardin, Ostrom…- e incluyendo la teoría del decrecimiento y las economías alternativas.  En concreto es muy interesante el planteamiento que postula el economista alemán Niko Paech en su libro “La liberación de lo Innecesario”. En su cuadro –traducido y compartido muy amablemente por Oscar Ardila Luna– podemos observar el planteamiento que supone el desplazamiento de la economía monetarizada y la introducción de otros capitales –economía no monetarizada-. El ejemplo plantea una situación genérica, en la que un trabajador o trabajadora –ciudadana- emplea 40 horas de su tiempo en su trabajo, que le genera una cantidad de moneda –un salario- con el cual es capaz de comprar  una serie de bienes y servicios en la ciudad  que le proveen otros al haber cedido dichas soberanías –la especialización del trabajo-. Es importante tener en cuenta como en este caso estamos hablando estrictamente de las horas que una ciudadana destina a proveerse de los capitales necesarios para su supervivencia y resolución de necesidades, y no del “tiempo libre” -que se destina al esparcimiento, las aficiones, el deporte, el ocio, etc.…-. A pesar de que en nuestro tiempo libre podemos asociarnos o desarrollar distintas prácticas ciudadanas en este caso insertamos las acciones de las Iniciativas Ciudadanas en el “tiempo laboral” o estrictamente productivo de nuestro tiempo.


Cuadro Original publicado alemán en Paech, N (2013). Befreiung von Überfluss: Auf dem Weg in die Postwachstumökonomie. München: Bekomm Traducción al español realizada por Óscar Ardila Luna para su presentación en el conservatorio «¿Sostenibilidad o Autonomía?» en el marco del encuentro «Ciudadanías en Movimiento» organizado por la Secretaría de Cultura de Bogotá.

Esas 40 horas laborales genéricas que emplea la ciudadana para conseguir la cantidad de moneda transformable en bienes y servicios de otros se dividen, ahora, en dos paquetes diferenciados: por una lado un paquete de 20 horas de trabajo “no monetarizado”, y por otro lado un paquete de 20 horas de trabajo “monetarizado”. El primer paquete de tiempo se destina a actividades en el que el rendimiento monetarizado se ha adaptado a la eliminación de la mediación monetaria y directamente es un tiempo vinculado con la adquisición de bienes y servicios directa o «in-mediatamente». Es este el tiempo en el que entran en juego los otros capitales y por medio del aprendizaje, el intercambio de conocimientos, el tiempo, los afectos y cuidados, el intercambio de recursos o la colaboración podemos adquirir lo que necesitamos para nuestra Suficiencia y nuestra Subsistencia. En las 20 horas de trabajo no monetarizado podríamos –utilizando los símiles de las Iniciativas Ciudadanas y sus prácticas anteriormente descritas- reparar nuestro móvil o portátil, obtener fruta y verdura, libros y ropa, hacer ejercicio, movernos y desplazarnos, resolver pequeñas necesidades –domésticas, laborales, personales-, intercambiar saberes, nuevos aprendizajes y competencias personales y laborales, cultivar las relaciones afectivas, de cuidado para nosotras, nuestras hijos e hijas y mayores y la creación de redes de apoyo mutuo, confianza, solidaridad, acogida, pensamiento, etc. Para todo ello habríamos eliminado la moneda –intermediación económica- de dichas acciones y otros capitales aparecerían con nuestra inversión temporal -20 horas/semana, la mitad de nuestra jornada laboral-.

De esta forma necesitaríamos mucho menos dinero para transformar en bienes y servicios ya que hemos obtenido mucho con nuestras primeras 20 horas –Suficiencia y Subsistencia-. Para «todo lo demás» le dedicaríamos las otras 20 horas restantes, que se mantendrían monetarizadas e implicarían un trabajo para la obtención de dinero que intercambiaríamos por todos aquellos bienes y servicios que no hemos podido obtener en el paquete no monetarizado –y que nos puede dar pistas de hacia dónde crecer o incidir con nuestras prácticas, o nuevas Iniciativas Ciudadanas que vayan cubriendo dichos espacios totalmente monetarizados-. Los paquetes monetarizados corresponden con la Economía Regional y con la División Global del Trabajo, e incluyen todo aquello que, por su carácter escalar, global, abstracto, especializado o diferencial supone genera un “gap” –tecnológico, logístico, procedimental, técnico….- insalvable –por ahora- para poder cubrirlo con economías no monetarizadas –no existen Iniciativas o practicas ciudadanas alternativas que ofrezcan esos bienes o servicios en la actualidad- y por tanto debemos pagar por ello. Pero ya hemos conseguido discriminar nuestras necesidades y los capitales necesarios para cada paquete, y por tanto podemos hacer más con menos –dinero- ya que podemos hacer mucho más con otros capitales, que sí tenemos.

El pan no lo compro…lo hago yo


Por tanto la complejidad de la ciudad supone una mayor inclusión de distintas economías, capitales, prácticas y agentes, que permitan la convivencia de una realidad múltiple diaria que nos ofrezca capacidad de elección en nuestro quehacer y permita la coexistencia de caminos e itinerarios diversos, alejados de lo mainstream, del pensamiento –y práctica- única y del “no hay salida”.

Esquema evolutivo de la relación Global-Local.  Crédito: Ton Dalmau

Hace 50 años la práctica totalidad de la economía y las practicas ciudadanas eran eminentemente regionales, con intercambios y comercios locales. Lo vivido en los últimos años ha sido una globalización abrumadora acompañada de un neoliberalismo que ha deslocalizado la producción y nos ha hecho «inútiles» en nuestra vida, dependiendo en absolutamente todo de una serie de agentes que nos ofrecen soluciones sin saber qué suponen para nosotras, para otros, para el planeta. Debemos –de nuevo- armonizar el péndulo y establecer una correlación de fuerzas entre lo regional y lo global, entre la economía monetarizada y no monetarizada, entre los distintos capitales y las distintas prácticas, para generar un equilibrio social, ecológico y económico que debe empezar a testarse en cada una de nuestras ciudades. La conjunción armónica de lo regional y lo global -la economía no monetizada y la monetarizada- genera la tensión necesaria para producir la innovación que esperamos: la imagen recurrente de los huertos -que nos proveen de Suficiencia y Subsistencia- frente a los grandes edificios -donde se externaliza la economía global- es la metáfora de la complejidad requerida -la Fermentación Urbana-.


Hands-On Urbanism Ma Shi Po Village, 2012, Credit: Shu-Mei Huang

En algunas esferas y territorios -grandes y modernas ciudades de Asia- la monetización de lo privado e íntimo sigue su inexorable progresión. El individualismo y la creación de servicios básicos de pago provocan diariamente nuevas «domesticidades externalizadas» en nuestras experiencias. Frente a dicha pérdida progresiva de soberanía en prácticas comunitarias no-monetarizadas otro modelo social y urbano es posible: aquel que apela a la recuperación de competencias vitales sin la sempiterna mediación crematística. La vindicación de lo comunitario en la acción diaria de nuestras «20 horas no-monetarizadas». Lejos de retóricas y soflamas comunitarias de escaso recorrido ya poseemos las oportunidades para fortalecer y consolidar la Suficiencia y Subsistencia comunitaria a través de sus prácticas ciudadanas. Y nuevas pistas nos ofrecen los ámbitos monetarizados para que las Iniciativas Ciudadanas exploren y conquisten cuotas y sectores tradicionales. Ellas son la levadura y nuestra acción el fermento para la ciudad.

Lo óptimo: poder hacer nuestro propio pan –y/o comprarlo- pero tener las dos opciones.

Y como el pan con todo en la ciudad…o casi todo.
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AC Vivero de Iniciativas Ciudadanas
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